«La era de la Infancia digital» By Gustavo Umpierrez. Derechos Reservados


 

-Papi cuéntame, como era «un día» de “tus” veranos, estando afuera y sin televisión?

-Era un día de mucho calor. El verano pasaba lento, tan lento como las horas de la tarde húmeda y agotadora que no terminaba mas. Eran como las cinco y y
a no había que hacer. Los indios y vaqueros ya no tenían ganas de luchar y habían echo las pases. La invasión a los hormigueros y a los huecos de sapos con bombas de agua lanzadas desde la altura a jarrazo limpio y los misiles disparados a chorros con las botellas plasticas vacias ya no podían rellenarse, pues ante la ausencia de agua corriente en la casa, ir a buscarla con un balde de 10 litros hasta el aljibe de la vecina era toda una enorme proeza aventurera que terminaría con nuestras reservas energéticas en aquella pesada jornada. Nos miramos, tirados en el pasto. Y nos adormecimos bajo la higuera. Sin fuerzas, sin ganas de nada. El aire tibio refrescaba el sudor que nos empapaba y la sombra espesa nos aliviaba un poco. Solo «teru-terus» se oían. Se les escuchaba gritar lejos de sus nidos distrayendo algún enemigo casual que andaría por resarcirse de tan exquisitos huevos; los cuales mas de una vez nosotros mismos encontramos de casualidad en el campo de enfrente cruzando la ruta y evitando «cruceras», grises con pintas negras, solo para terminar siendo avistado, y segundos después atemorizado, por el vuelo rasante de las púas de sus dueños.
La hamaca de un solo poste gastado de casi dos metros de largo y colocado sobre dos cadenas entre un Transparente y un Duraznero, se le escuchaba pegar contra el tronco solido movido por la brisa. Con una simple mirada, observando y cuidando que la pequeña Mantis Religiosa que mantenía «atada» en su caja de fósforos hubiese comido la única uva que le restaba a la parrita que solo daba seis racimos al año, podía asegurarme que mis responsabilidades estaban cumplidas.
La comodidad de la hierba cortada con una tijera de esquilar de mi padre un día antes (menudo trabajo le daba hacerlo a mano con dichosa herramienta; todo fuera por quitarse la ansiedad producto de su depresión)
El olor de los higos maduros, que a mi en lo particular no me gustaban para nada, el zumbar de las abejas en el mielifero goteo de los frutos, el aire rozando la cara, acariciando, suavizando, refrescando.
El silencio humano, de sus voces, de sus maquinarias, de su trabajo. Solo nosotros dos, hermanos y mejores amigos, indio y vaquero, policía y ladrón, héroe y villano, jugador de fútbol y relator deportivo, delantero y golero, espía y enemigo. Tirados por la vida, agobiados, refrescados, felices de nuestras hazañas terminadas minutos antes, acurrucados en la hierba bajo la higuera, agotados, sin energía, dormidos.
Eso era vivir la vida, un día de “mis” veranos sin televisión, terminar cansados después de haber jugado a todo y haber dejado que nuestra mente y cuerpo vivieran en carne propia las mismas aventuras que la tele hoy nos cuenta sentados en un sillón.
-Gustavo Umpierrez, Copyrigths 2012. Derechos Reservados.-

Autor: ABKEVAN

ESCRITOR, TRADUCTOR y PERIODISTA DIGITAL. Hoy, tras albergar la dichosa oportunidad de vivir en una sociedad tan pluricultural y abocada de lleno al progreso científico como lo es la norteamericana, es imposible detener el propulsor que proyecta en mi mente cuentos, historias y narraciones ficticias que me alegran el corazón con el simple echo de ser leídas. La ciencia ficción, no la fantasía o la magia donde cualquier cosas es posible sin un necesidad inherente de explicación, sino CIENCIA ficción -donde existe la posibilidad de hallarle un porque lógico y coherente a las cosas en un mundo imaginario y futuro- a sido la base creativa para el desarrollo de muchos de mis trabajos. Hoy sin embargo, he crecido y madurado como escritor y mis obras abarcan mucho mas que eso...

Un comentario en “«La era de la Infancia digital» By Gustavo Umpierrez. Derechos Reservados”

  1. Uno de las cosas que inspiraron este fragmento fue el encontrarme nostalgico un dia de verano a miles de millas de mi hermano carnal y no poder decirle cuanto aprecio el haberme dado la infancia mas feliz que podia brindarme junto a el.

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